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Trauma terapia: navegando las tormentas emocionales

Por Genoveva Rodríguez-Castañeda



Mi padre era agricultor, pero un día decidió que iba a tener un barco y navegar por el caribe. El barco era novedad y era cómodo. Pero comprar un barco no te hace capitán. Quizá nos hubiera ido mejor si mi padre se hubiera centrado en su papel de capitán, de llegar de un punto al otro. Pero los tragos empezaron desde antes de subirse y se hizo de noche cuando decidió que con toda la familia nos íbamos a dar un paseo. Este barco no tenía luces para ir de noche y la la situación se hacía más peligrosa pues se avecinaba una tormenta. Empezó a llover y a centellear y luego a medio camino hacia el mar nos agarró la tormenta en plena oscuridad, con olas inmensas que nos azotaban y mojaban.


Mi madre que es muy creyente en Dios se puso de rodillas a rogarle por su ayuda. Recuerdo que cada relámpago que nos iluminaba e indicaba donde estaban los paredones, ella daba gracias a Dios. Pero seguir era una locura y regresar no era posible. Sabíamos que íbamos rumbo al cañón y si era así, las olas destruirían nuestro barco y moriríamos. Si has estado en altamar mientras hay una tormenta sabes que el agua del cielo se mezcla con el agua salada del mar y te deja un sabor de agua salada en los labios. Nos decían "intenten dormir niños" pero quién puede dormir con golpes de un lado a otro y con la tensión que se sentía de los adultos. Poco a poco a los niños y a las madres nos tocó convencer a mi padre de desistir por esa noche, anclar el barco en un manglar y esperar a que pasara la tormenta antes de llegar al cañón. Pasamos la noche y la tormenta se calmó. Nos dimos cuenta que nuestro barco iba a la deriva, pues no había anclado bien. Fue un milagro que no nos estrelláramos en los paredones del tan temido cañón.

Esta experiencia definió una gran parte de mi y resume mucho de mi infancia. Explica por qué siento que debo ser la persona que piensa con calma y ofrece soluciones para literalmente sobrevivir. Después de este evento no he logrado viajar en veleros, ni yates, ni barcos pequeños. Siempre que viajo en agua, ando temerosa. Un día leyendo sobre recursos para Esperantza encontré esta frase:


"No le tengo miedo a las tormentas, porque estoy aprendiendo a navegar en mi propio barco de vela." -Luisa May Alcott

¡Sonreí, por que es cierto!


Efectos de recibir terapia y sanar traumas


Después de años de terapia y de haberme independizado, he logrado amarme como soy. Agradezco la vida adulta que construí. Los traumas y los sentimientos de desamparo, me hicieron ser la persona independiente que soy. Soy una persona que no se deja llevar por las decisiones que alguien más toma, he encontrado apoyo en decir mi verdad y he aprendido a recibir el apoyo de los demás.


En todo este proceso he necesitado de luces que me acompañan, porque cuando uno recuerda las tormentas, uno las vive con la misma intensidad, esos sentimientos de impotencia siguen dentro y no eres la adulta que vive en paz, sino regresas a sentirte de 10 años, frágil y asustada. Necesitamos de alguien con conocimiento que pueda guardar la esperanza en nosotros, nos recuerde de todo lo que hemos logrado y nos vea como adultos capaces de salir de alli.


Muchas veces en la vida nos paralizan las emociones en las tormentas. Nos dominan los pensamientos en las olas y en el miedo a hundirnos. Se nos olvida que ya no somos niños a los que nos llevan por donde nuestros padres decidan. Nosotros hemos desarrollado nuestras propias herramientas, hemos tenido la capacidad de hacer enmiendas en nuestro corazón. En la oportunidad de aprender cosas nuevas y desarrollar la confianza en nosotros mismos, confianza de que podemos navegar a puertos seguros. Pero muchas veces, estos caminos los encontramos siendo guiados por profesionales de la salud. No son van a decir cuál es el camino que debemos de tomar, pero nos acompañarán en el trayecto. Viendo desde afuera la situación, haciéndonos conscientes de lo que nosotros no podemos ver.



El faro en la tormenta emocional ¿Cómo identificar el papel que puede tener un terepeuta en tu vida?


Piensa en el acompañamiento emocional que recibimos de terapistas como ese faro, que desde su puerto seguro te guían con su luz. En esta analogía podemos seguir observando lo que es un terapeuta:


1. Un faro apoya en la navegación por medio de señalar entradas seguras a puertos y también le ayuda al capitán a ver las regiones costeras peligrosas y áreas en las que debe de tener precaución.


Un terapeuta te apoya a lograr tus metas y aspiraciones por medio de resaltar las posibilidades y los peligros y engaños a los que te enfrentas.


2. Un faro no es más que un apoyo temporal en el viaje del capitán.


La terapia es justo eso, un apoyo temporal cuya meta es que logres navegar la vida por ti mismo y vivir el hoy como un adulto capaz de ser feliz.


3. Los faros se usan en áreas de peligro para salvar vidas y cobran mayor importancia cuando hay mal clima y mares turbulentos.


De igual forma, cuando vives un duelo o tu vida te presenta cambios en las que emociones te desbordan, un psicólogo puede ayudarte a navegar circunstancias difíciles en tu vida.


4. Los faros se crearon con el único propósito de apoyar, con su luz, el viaje de los barcos.


Ese es el propósito de un terapeuta apoyarte a alcanzar tus metas y objetivos observando y respetando tus propios valores.


5. De forma mecánica los faros apoyan a clarificar la posición actual del barco con respecto a la costa.


Un terapeuta te apoya a clarificar tus propias metas, valores, fortalezas y áreas que necesitan trabajo.


6. La luz del faro ilumina el ambiente inmediato del barco.


Tu terapeuta puede iluminar las nuevas circunstancias bajo las que vives.


7. Un faro nunca dicta o dirige el rumbo de un velero.


Un terapeuta nunca determina qué valores o metas debes proponerte. En esto se diferencia mucho a padres, amigos y familiares quienes creen en sugerirte valores y metas a seguir.


8. Un faro no determina si navegas o te hundes, el amor propio es el que determine tu navegación.


El terapeuta una luz que cree en ti, que guarda la esperanza cuando la pierdes y te apoya desde afuera, observando todas las cualidades que tienes para seguir tu rumbo.


9. Un faro no es un destino.


Así mismo la terapia no es el destino final, o un apoyo que necesitarás permanente. Te guía hasta que llegas a puerto seguro.


En Esperantza te animamos que cuando estés en medio de tus propias tormentas emocionales, busques guías, lo que para ti represente a un faro. Anímate a pedir apoyo. Encontrar apoyo adecuado se siente como tener a alguien quien crea en ti, te contagie de esperanza y te ayude a encontrar tus propias soluciones para sobrellevar las tormentas de la vida de una mejor forma.

 




Si necesitas apoyo de alguien, que actúe como un faro que te de luces para navegar los problemas de tu vida, en Esperantza puedes encontrar ayuda aquí.





También te ofrecemos 30 minutos de acompañamiento emocional, encuentra el horario que más te conviene en TIAS

 

Literatura consultada.

Alberts, H.J.E.M. (2016). The Sailboat. Maastricht: Positive Psychology Program

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