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Lo que heredamos: de los abuelos a nuestros hijos

Por Genoveva Rodríguez-Castañeda



Con el fallecimiento de mi papá me ha tocado pensar en herencias.  No necesariamente las herencias materiales, sino lo que se heredó dado a lo que se vivió en el ambiente familiar que crecimos. Pensemos que ambos padres hicieron lo mejor que pudieron, pero tanto nuestro papá como nuestra mamá heredaron sus propios problemas y secretos que no pudieron romper.

Heredamos muchas cosas buenas.  Yo considero haber heredado de mi papá esa alegría pegajosa en las fiestas, trabajar duro y casi todo el tiempo. Quizá mi lado lado inquisitivo, e inventor venga de mi abuelo paterno y mi abuela materna decía que yo le heredé la pasión al bailar (aunque yo rara vez la vi bailar).


Pero también heredamos cosas que nos parecen buenas, pero tienen un gran costo en nuestra felicidad y la de nuestras familias. Por ejemplo, yo siempre he sido desconfiada. Pensé que era una de mis características, que era parte de lo que me hace “inteligente” y tomar buenas decisiones. Recuerdo que veía con terror cuando alguien llegaba y me confiaba su vida, sin apenas conocerme, pensando cuanto les tocaba aprender de la vida. Pero con el tiempo he aprendido que no es una cualidad ser desconfiado es el resultado de la herencia de lo que viví al ser niña.


Yo no crecí con estabilidad, creciendo en un país en guerra y con un padre alcohólico. La confianza nace de crecer en un hogar y una sociedad estable.  ¿Qué quiero decir con estable? Quiero decir que el comportamiento de tus padres es el mismo ayer, que el de hoy y el de mañana (que tu país sabes que lo que pasó ayer es lo mismo que pasará mañana). El ambiente predecible hace que haya personas y cosas con las que puedes contar.   

Lamentablemente yo tampoco soy estable, dejo que mis emociones (o cansancio) dicte mi humor y capacidad de amar y estar presente para mi familia. 

Pero consciente de las herencias que me hacen daño, trabajé en retomar mi poder y ahora pongo mi energía y poder en las cosas que son importantes para mí. Parte de mi camino ha sido entender de donde viene mi desconfianza y mi neurosis. Vienen de crecer en un ambiente en el que si tú no eres independiente y sabes hacer las cosas por ti mismo sin molestar, no sobrevivirás.   Yo ahora vivo en otro país y tengo mas estabilidad, pero arrastro la inestabilidad del ambiente en el que crecí. Por eso mi trabajo ahora es trabajar en mí y en mi hijo, para ser más predecible y a él enseñarle a manejar sus emociones de mejor forma y así ir rompiendo la herencia. Porque mi responsabilidad es conmigo misma, si resulto agotada por estar trabajando mucho y eso me lleva a estar enojada y ser impredecible en casa, debo cambiar mi forma de vivir para estar más descansada y poder invertir mis energías en cambiar estos patrones que se heredan en mi familia.


Otro ejemplo que ilustra el costo real que tiene mi inestabilidad, es que en mi casa siempre vivimos con una prisa ansiosa. Esto no ha ayudado nada con un niño neurodiverso que le cuesta cambiar de actividades y necesita tiempo para ponerse los calcetines de forma específica para que no le molesten en el pie. Hace una semana me dijo que siempre se le anda presionando para apurarse a hacer las cosas y se siente como un perderdor porque no logra hacer las cosas lo suficientemente rápido. 


No ha sido fácil reconocer esa presión ansiosa hereditaria y cómo se la he pasado a mi hijo. Al principio sentí culpa y me sentí terrible de transmitirle ansiedad de apurarse, cuando sé que él necesita otro ritmo más calmado. Pero esta vez en vez de gastar mi energía en culparme y recriminarme, reconocí el hilo hereditario de dónde viene mi ansiedad y pude tener compasión conmigo misma. Pude reconocer que yo tampoco tuve una vida predecible, recordar que yo pasé muchas noches sin saber dónde iba a dormir o levantarme. Así que decidí que le voy a hablar a mi hijo sobre mi herencia y cómo tengo la intención de cambiar este tema.  Cambiar mi necesidad ansiosa de vivir con prisa para darle a mi niño una vida más predecible para prepararse y poder pasar de una actividad a otra. Reparar el daño hecho, para que se recuerde que no siempre vamos a hacer las cosas bien, pero que si nos amamos podemos cambiar los ciclos heredados y reparar con nuestras palabras y hechos el daño que hicimos.  Esto me da mucha esperanza. Ya no estoy en el barco a la deriva que reacciona a lo que se me presenta en la vida, sino que poco a poco tengo un plan que me da dirección. Dentro de mi llevo la seguridad de que sé reaccionar a las tormentas en donde tocara vivir con prisa y reaccionar rápido, pues son cosas que ya he vivido. Pero hoy que las aguas son tranquilas, puedo navegar con calma.


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Te sugerimos que hagas una sesión de constelaciones familiares. Puedes aprender mucho sobre el poder que tienen tus raíces sobre las decisiones que tomas hoy.





 

 

 

 

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